REFLEXIONES por Miguel Ángel García Muñoz

Diario ABC Puebla

 

PESADILLAS PRIISTAS; ¿CÓMO DESPERTAR?

En la elección del año 2000 se esperaba una caída dolorosa del PRI ante el fenómeno Fox.

Se avizoraba la primera alternancia en el sistema de Partidos.

Las fiestas de navidad y año nuevo en 1994 me llevaron al municipio chiapaneco de Las Margaritas, despertándome el estruendo del levantamiento zapatista con Marcos al frente. Lo vi y lo cubrí como reportero del periódico ABC. No imaginé que 6 años después regresaría, por decisión personal, para atestiguar la elección de Gobernador en Chiapas, específicamente en Acapetahua, una hora adelante de Tapachula, en la residencia de Sami David David.

Junto con un compañero del diario Reforma, fuimos los únicos en la aventura, pues el grueso de medios eligió San Cristobal de las Casas donde erigió su bunker Pablo Salazar Mendiguchía, ex priista convertido al panismo y después transformado en recluso por sus abusos en la administración.

Desde que desayunamos con Sami, entonces Senador con licencia, acompañados de su familia y de Dulce María Sauri Riancho, líder nacional del PRI, se podía oler la derrota que superaba el sabroso aroma de los chilaquiles con tasajo.

No tardó mucho en confirmarse, pues desde las 2 de la tarde ya corría la noticia que la diferencia era de 2-1 en todo el país.

Se calificó de históricamente desastrosa caída priista.

A las 8 de la noche, el Presidente Ernesto Zedillo Ponce de León, fue el primero en felicitar al guanajuatense y luego emitir un mensaje a la nación, calificando la elección de democrática y limpia.

Los rostros tricolores se tornaron pálidos.

Se dijo que era el acabose del Revolucionario Institucional; los agoreros del desastre invirtieron las letras PRI por RIP.

Lo mismo ocurrió en 2006 con el triunfo de Felipe Calderón Hinojosa y el estrepitoso fracaso de Roberto Madrazo Pintado. Surgió el “haiga sido, como haiga sido” calderonista, entre el tumulto lopezobradorista que exigía el voto por voto, casilla por casilla.

Las traiciones emergían por cualquier lado.

No se veía por dónde el PRI podría despertar de esa pesadilla que se alargaría a 12 años.

Pero lo logró, no sólo porque la marca partidista descansó, se vitaminó y volvió a concentrarse en las conciencias. Enrique Peña Nieto hizo creer en la revaloración de su instituto y de que ahora sí México sería otro bajo su mando. Y no se equivocó, tanto que, acabó entre el peor índice de popularidad y otra vez mandó al fango al añejo Partido.

De nuevo se habla de su desaparición o de una urgente recomposición donde se haga a un lado a los caciques, a los traidores, a los oportunistas, a los que se han enriquecido bajo su sombra, a los que venden candidaturas, a los rateros. Ya se fue René Juárez Cisneros, luego de que le entregaron el instituto nada más para enterrarlo; llega Claudia Ruiz Massieu a sentarse en el lugar que alguna vez ocupó su padre Francisco.

El futuro priista no es halagüeño; habrá de cifrar su reivindicación en las bases, en la cercanía ciudadana, en la formación de una  nueva clase política y, desgraciadamente, tendrá que esperar para alimentarse de los errores propios del presidencialismo que puedan convencer en la necesidad de otra alternancia.

Sin embargo, esto va para largo.

Ni siquiera ha tomado posesión Andrés Manuel López Obrador.

Habrán de suceder muchas cosas antes de imaginar que el PRI tendrá otra oportunidad de retornar al poder que perdió socavado por la corrupción e impunidad, factores tétricos que serán erradicados, de acuerdo a los ofrecimientos morenistas.

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